16 de abril, San Benito José Labre: Santo Patrón de las Personas “Sin Techo”
16 de abril, San Benito José Labre: Santo Patrón de las Personas “Sin Techo”
Benito José Labre: nació en una familia de clase media acomodada, donde fue educado en su pueblo nativo en Francia. Sin embargo, abandonó su educación materialista y vivió una vida de pobreza, durmiendo en las calles y comiendo comidas sencillas de la caridad o sacadas de la basura. El 16 de abril de 1783, murió a la edad de 35 años.
San Benito José Labre es el santo patrón de las personas indigentes.
(Extracto del Documento de la Comisión Pontificia "Justitia et Pax", "¿Qué has hecho de tu hermano sin techo? La Iglesia ante la Carencia de Vivienda" por ocasión del Año Internacional de la Vivienda para las Personas sin Hogar, 1987)
“Las dificultades para adquirir o alquilar una casa digna y conveniente tampoco suele ser un problema individual, sino que es consecuencia, por una parte, de los altos costos del mercado de la vivienda y, por otra, de los excesivamente bajos salarios en países cuyas estructuras económicas y socio-políticas están en crisis… el trabajo debe proporcionar al que lo realiza medios suficientes para satisfacer sus necesidades y las de las personas que económicamente dependen de él.
“Una de estas necesidades esenciales… es la vivienda digna. Una gran parte de la población tiene el trabajo como única fuente de ingresos y son muchos los millones de personas que están por debajo del llamado salario familiar, y muchos otros por debajo del salario mínimo legal. Esta insuficiencia salarial, sobre todo en los países pobres, incide negativamente en las posibilidades de acceder a una casa.
“En conjunto, la situación de los «sin techo» es el producto de la pobreza y de la marginación social. En otras palabras, es el resultado del conjunto de factores económicos, sociales, culturales, físicos, emocionales, morales, sobre todo de quienes jamás se han visto integrados en el sistema social vigente.
“El tratamiento que las organizaciones de asistencia social y de socorro dan a las personas «sin techo», puede con frecuencia aparecer como la solución de un problema individual o privado, como el caso de un «enfermo» o disminuido predispuesto a vivir de ese modo. Así puede suceder que la administración de los servicios públicos del Estado juzgue que tales personas no tienen necesidad de especial atención o ayuda, aparte de aquella que ya les proporcionan las instituciones de beneficencia y de caridad, cuando en realidad se trata de un problema de estructuras de la organización de la sociedad o del país.
“Ahora bien, estas formulaciones jurídicas tratan de expresar la verdadera dimensión de la carencia de vivienda. No es sólo un hecho de carencia o privación. Es la carencia o privación de algo debido y, por consiguiente, se trata de una injusticia.
La persona o la familia que sin culpa suya directa carece de una «vivienda decente» es víctima de una injusticia… tal injusticia es claramente una injusticia estructural, causada y mantenida por injusticias personales.
“…la injusticia que sufren las personas y familias sin techo se podría imputar a una organización social o a una voluntad política, a veces deficientes e impotentes.
“En efecto, conviene recordar que, tanto la sociedad como el Estado están obligados a garantizar a sus miembros o ciudadanos unas condiciones de vida sin las cuales es imposible realizarse dignamente como personas y como familias… Lo que no cubre las necesidades mínimas del hombre, —solo o en familia— y de su propia dignidad, no puede considerarse parte de una cultura auténtica. Bajo este punto de vista, el derecho a la vivienda es un derecho universal.
“…que la vivienda constituye un bien social primario y no puede ser considerada simplemente como un objeto de «mercado».
“Por último, nuestra reflexión sobre el complejo problema de los «sin techo», nuestra solícita llamada a la solidaridad humana, no puede dejar de decir una palabra sobre el tema, siempre lleno de sufrimientos personales, del desahucio judicial. Aunque sea legítimo, desde el punto de vista jurídico, el recurso al desahucio judicial plantea una serie de interrogantes éticos cuando están en juego personas que no tienen verdaderamente otra vivienda.
“Un punto importante que conviene subrayar aquí es que el problema de una vivienda digna no lo es solamente para los millones de personas que lo padecen, ni es un problema sólo de las instituciones; lo es también para cada hombre y mujer que posee una casa y descubre o toma conciencia más clara de la vastedad y profundidad del drama de los que carecen de ella. Cada uno de nosotros debe sentirse, pues obligado a hacer cuanto esté de su parte, o directamente o por medio de las diversas instituciones que se ofrecen, para que este objetivo de tener casa sea un bien disfrutado por otros.
” Para todo cristiano y para la Iglesia, como Pueblo de Dios, la realidad de las personas y familias «sin techo» se presenta como un llamamiento a la conciencia y una exigencia a poner remedio.
“En cada persona o familia que carece de lo fundamental, sobre todo, de vivienda o de vivienda «decente», el cristiano debe identificar al mismo Cristo, tal como nos lo presentan las bien conocidas palabras del Evangelio de Mateo: «Tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de haber; fui peregrino y no me alojasteis; estuve desnudo y no me vestisteis» (Mt 25, 42 s). En las dos últimas categorías de personas se puede ver justamente, en cierto modo, la situación real de los «sin techo», en los cuales es necesario identificar al Señor. Cuando El vino a este mundo «no había sitio para ellos en el mesón» (Lucas 2, 7).
“Cada Nación y la comunidad de Naciones están ante un reto de humanidad: diseñar una sociedad donde ninguna persona se quede sin satisfacer las necesidades esenciales para vivir con dignidad; donde nadie quede privado de una vivienda digna, como factor principal del progreso humano.
“El compromiso de la Iglesia con quienes carecen de vivienda digna es humanitario y evangélico; es expresión del amor preferencial por los pobres”.
San Benito José Labre ruega por nosotros y por todos aquellos que sufren por la falta de vivienda