La iglesia pequeña que asistía era propicia para amplificar el sonido de un niño llorando a través de la parte trasera de la nave al banco delantero. Mi asiento habitual me colocó detrás de dos ancianas que, cuando un niño balbuceaba o lloraba, reaccionaban con ceños terribles y miradas desaprobatorias. Yo, por mi parte, regocijo de que los niños estén en los bancos. Deje que los niños canten hoy porque, un día, perderán su inocente entusiasmo ante las expectativas de la sociedad del comportamiento “apropiado”.
Al final del Evangelio de hoy, los discípulos trataban de impedir que los padres llevaran a sus hijos hacia Jesús. “Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: ‘Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él’.
Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos”.
Más tarde, pertenecía a otra parroquia, a cuyo párroco no le gustaban los niños, al menos durante la Misa. Una vez, detuvo la Misa al sonido de un bebé llorando para anunciar que había otra sala para los niños.
Por el contrario, en la esquina del jardín de las Habitaciones Papales, la residencia del San Juan Pablo II, hay una puerta pequeña. Juan Pablo lo construyó porque le gustaba salir y visitar a los niños que jugaban en el jardín. “Dejen que los niños se acerquen a mí”.
El ejemplo de Jesús sirve como modelo para todos nosotros: Seremos medidos por cómo tratamos a nuestros hijos.
Somos una familia humana, y los niños, nuestro futuro, merecen atención especial. Al ver a los niños malnutridos y decepcionados por el sistema educativo, nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer mejor? Cuando perdemos niños a la guerra y al aborto, ¿qué podemos hacer mejor? Cuando niños pierden su inocencia por medio de la trata de personas y los medios inadecuados para la edad, ¿qué podemos hacer mejor?
Nuestras parroquias pueden crear conciencia entre los feligreses sobre los temas que alejan a los niños, en lugar de abrazarlos.
Podemos comenzar de a poco, en nuestra parroquia, con un corazón abierto y acogedor. La Oficina de Matrimonio y Vida Familiar aconseja a la comunidad con cartas en los bancos, llamados “Celebrando los Hijos”. A continuación, proporcionamos una muestra:
Estimados padres de familia:
Nuestra familia parroquiana da la bienvenida a su familia creciente. Cálmese. No tiene que impedir a sus hijos en la casa de Dios. ¡Relájese y celebre con nosotros!
Anímese a sus niños a cantar y orar con usted. Usted y sus hijos son regalos para nuestra comunidad, y honramos su presencia