CENIZAS PARA LA PASCUA Domingo 16 de abril, (HECHOS 10:34A, 37-43; COL 3:1-4; JUAN 20:1-9)
Cuarenta y siete días son los que separan el Miércoles de Ceniza de la Pascua. Si estás ayunando en esta época y decidiste dejar los dulces, la televisión, o decir malas palabras, estos 47 días parecerán una eternidad. Especialmente al principio mientras te debates entre un ayuno comprometido y un antojo; cuando la tentación y el hábito se superponen para separar uno del otro, se vuelve imposible y muy, muy a regañadientes se conforman con una zanahoria en lugar de una galleta.
A medida que el calendario se acerca cada vez más a la Semana Santa, cuarenta y siete días parecen mucho tiempo. Dicen que se tarda 30 días en romper un hábito, y después de haber pasado la marca de 30 días de Cuaresma, la tentación y los antojos juegan un papel menos importante en los estragos del autocontrol. Y el día que empezaste se siente como hace mucho tiempo atrás.
Mi pastor dijo una vez que la Cuaresma no es una dieta. Cuan cierto. La Cuaresma es una oportunidad para acercarse a Dios. Es una oportunidad para una transformación personal.
La Cuaresma se convierte en mucho más que 47 días, e incluso más que un octavo del año durante el cual desechamos deliberadamente el exceso de equipaje que nos separa de Dios.
Cuaresma es este pedazo de tiempo donde viajamos de las cenizas a la Pascua; de la muerte y la humildad hasta la promesa de la vida eterna, celebrada en el día más importante del cristianismo: la Pascua. Aunque comenzamos la Cuaresma con ayuno y oración, sabiendo que la celebración nos espera al final, para muchos de nosotros es difícil imaginarnos pasar por estos 47 días.
Pero justo cuando estamos cerca de la línea final de celebración de este maravilloso día de nuestra fe, hacemos una pausa para el Viernes Santo para recordar la Crucifixión
La Crucifixión es un ejemplo de eucatástrofe, una palabra creada por J. R. Tolkien para describir todo lo maravilloso que viene de lo trágico: de la muerte vino la victoria de la Resurrección.
Catástrofe: El primer día de la semana, María de Magdalena vino a la tumba temprano en la mañana y vio la piedra quitada de la tumba. Ella pensó que habían sacado el cuerpo del Señor de la tumba.
El otro discípulo a quien Jesús amó entró en el sepulcro, vio y creyó, a pesar de que aún no entendía lo que pasaba.
Eucatástrofe: El Evangelio no nos dice lo que Simón Pedro creyó en la tumba, aunque más tarde nos damos cuenta que lo que Pedro entendió y predicó fue que Dios había erguido a Jesús de Nazaret al tercer día.
Al igual que la Cuaresma, cuando comenzamos nuestros esfuerzos para organizarnos para crear un mundo justo, la meta final del cambio institucional puede parecer muy lejana. Así que debemos imaginarnos que nuestro mundo puede ser un mejor lugar.
Al igual que nuestra práctica cuaresmal, si nuestras acciones de justicia social no son personalmente transformadoras, entonces ¿son realmente justicia social - católica – que nos acercan más a Dios?
Al igual que nuestra práctica cuaresmal, podemos pasar de comprometernos a esfuerzos que harán una diferencia al saber que nuestra parte es una contribución esencial a tal esfuerzo.
Al igual que la Crucifixión, podemos enfrentar la desilusión y perder la esperanza. No temas: de las cenizas del fracaso viene la Pascua del triunfo.
Como los discípulos, podemos pasar de la desesperación a la creencia, de la creencia a la comprensión, de la comprensión a la predicación, de hablar de ella a organizarla.
La Pascua es el día más importante del cristianismo; y el viaje comenzó de las cenizas.