DEL ESCRITORIO DEL DIRECTOR LA FE SIN OBRAS ES MUERTA Basado en las lecturas para domingo, el 16 de septiembre
Una vez trabajaba en una empresa cuyo programa de retiro 401(k) se llamaba “Get Rich Slowly”. El significado subyacente del título fue obvio: tener suficiente dinero para sostenerse hasta el retiro requiere un compromiso a un estilo de vida prudente, en que ahorra e invierte dinero de forma segura y sabia.
En sus primeros días, el movimiento de cristianismo se llamaba, “El Camino”. La expresión “El Camino” quiere decir que el discipulado no es algo otorgado instantáneamente, ni un compromiso pasajero, sino un compromiso al estilo de vida cristiana, hecha de palabras y obras.
En una homilía reciente, el director-sacerdote de la Oficina para la Liturgia y el Culto Divino afirmó que la diferencia entre católicos y protestantes se puede encontrar en una carta de Santiago, específicamente, “la fe: si no produce obras, es que está muerta”.
¿No enfatizó Jesús la importancia de las obras en su descripción del Juicio Final? “Tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver”. Estas son las obras de misericordia corporales que forman una hoja de ruta para nosotros en el camino hacia el discipulado.
Cuando me paro al final de la salida en la autovía, me saluda una persona pobre, hambrienta y posiblemente sin casa con una señal de cartón, pidiendo mi ayuda. No sé qué hacer. Incómodo, yo miro hacia otro lado. Mi falta de respuesta me molesta, pero como un cristiano, ¿qué hago?
Aquí entre las cuatro paredes de mi oficina, ¿a quién doy de comer y beber? ¿A quién doy la bienvenida? ¿A quién visto? ¿Son suficientes mis oraciones por las personas pobres y vulnerables?
Durante el año del jubileo de la misericordia convocado por el papa Francisco, el Santo Padre rezó, “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza…”
Ruego que poco a poco logre vivir las obras de misericordia hasta que estén entrelazadas en mi vida. Ruego que darle de comer al hambriento no sea una obra que debo planear hacer, sino que se convierta en una segunda naturaleza.
La persona hambrienta parada cerca de la rampa espera mi respuesta. Cualquier cosa que hacemos—ya sea ofrecer una barra de cereales, o algunos dólares, una sonrisa y un saludo—será otro paso en nuestro Camino, porque no podemos simplemente tener fe que un día, viviremos en el paraíso eterno; debemos trabajar hacia ello como Jesús instruyó.